domingo, 17 de junio de 2018

Domingo botánico

Ez XVII, 22-24. "Arrancaré una rama del alto cedro y la plantaré (...); la plantare en la montaña más alta de Israel, para que eche brotes y dé fruto, y se haga un cedro noble. Anidarán en él aves de toda pluma, anidarán al abrigo de sus ramas..."

Venían hoy las lecturas de Misa cargadas de referencias a plantas y aves, desde la que encabeza esta entrada hasta la famosa planta de mostaza donde se cobijan las aves...; y me hizo pensar, claro, en que ayer, a falta de algún sitio mejor, volví al Botánico de Pretoria, con la buena fortuna de volver a tacharme dos pajaretes. Pero dejo eso para otro día, así como el sitio nuevo y el bimbo de hoy domingo; lo dejo para otro día porque me hizo gracia recibir esta foto en el móvil:

Un áloe florecido, como esos con los que os doy la turra en casi todas las entradas de este mes. Pero uno "nuestro", ni más ni menos: un Aloe vera que tenemos en la aldea, del que mi madre envió foto al grupo de wasap familiar porque le gustó verlo florido. Y me gustó verlo a mí, porque me dije "míralo qué majo, que aunque está en el hemisferio equivocado florece al mismo tiempo que sus parientes...".Y os iba a contar esto mismo, hoy y ahora, y al ir a enlazar la información que justificase mis palabras, me las he tenido que comer con patatas cual Presupuestos heredados del gobierno anterior: resulta que el Aloe vera no viene de aquí del sur de África sino del hemisferio norte. Del suroeste de la península Arábiga, según parece. Lógico, por otra parte, teniendo en cuenta que es una planta conocida desde antiguo. Y nada: se ve que casi todos los áloes sudafricanos florecen en invierno (y digo ya "casi" porque no quiero pillarme más los dedos), y al menos el A. vera en verano; pero unos y otros en las mismas fechas, a fin de cuentas. Ea, sabido os queda, igual que a mí.

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