viernes, 15 de junio de 2018

Durmiérdose por las ramas (del árbol filogenético)


 Ayer por la tarde fui a una charla en el museo de ciencias naturales de Pretoria; una de creo una serie de conferencias anuales en memoria de Austin Roberts, eminente zoólogo sudafricano de la primera mitad del S. XX. A las horas en que la charla tuvo lugar el museo ya estaba cerrado al público, de modo que no pude ver gran cosa de las colecciones. Pero lo poco que vi, me pareció que podría merecer la pena... si en lo que me queda aquí saco algún tiempo libre que no pueda dedicar a ver bichos en vivo y en directo, seguramente vuelva.

La charla: una científica local, directora del Centro de Zoonosis Víricas de la Universidad de Pretoria, nos habló de las investigaciones de su grupo en torno a las interacciones entre murciélagos y enfermedades trasmisibles al hombre. La charla estuvo muy bien, muy interesante; pero realmente lo que más me llamó la atención fue un detalle que ella mencionó de pasada: resulta que mi información sobre las relaciones de parentesco entre murciélagos estaba totalmente desfasada.


Fotos libres uno, dos y tres
Tradicionalmente, los murciélagos se han dividido en dos grandes grupos: microquirópteros (especies de medianas a muy pequeñas, generalmente insectívoras y con ecolocalización, como las de las dos primeras fotos) y macroquirópteros (los "zorros voladores, de medianos a muy grandes, frugívoros y sin ecolocalización; un grupo por lo demás de aspecto bastante homogéneo). Pero resulta... ¡que no! Al igual que cuando gracias a análisis filogenéticos exhaustivos descubrimos, entre otras cosas, que los halcones estaban mucho más cerca de los loros que de las otras rapaces diurnas, resulta que buena parte de los "murciélagos pequeños" están en realidad más cerca de los zorros voladores que de los otros microquirópteros. Especies por ejemplo como los murciélagos de herradura (en el centro), de las que tenemos unas cuantas en España), y que comparten por ejemplo con sus redescubiertos familiares la costumbre de descansar colgados cabeza abajo envolviéndose en las alas, en vez de usar posturas más cuadrúpedas, como los otros microquirópteros. Tantos años viéndolos colgar y sin darle la mayor importancia para que al final, mira, resulta que sí había ahí algo detrás. Algo más que sus divertidas cabezas, digo.

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