miércoles, 6 de junio de 2018

Biólogo de bata, de bota y de nico

 Ya sabéis que he venido a Pretoria este mes básicamente para trabajar en el laboratorio... pero las cosas no salen siempre como uno las planea, y menos aquí en Sudáfrica. Resulta que, de un día para otro, le dijeron a Maliki (recordad, el hombre al que le he venido a enseñar) que una operación que tenía "para cuando se pudiese" iba a ser hoy mismo. Nada grave, vaya, pero se nos terminó la semana laboral. La del pipeteo, al menos, que yo en casa seguiré dándole a la tecla... Pero como quiera que estaba en una región distinta, y que había ganas de salir al campo, he terminado por ir hoy a dar una vuelta por el jardín botánico de Pretoria.

 Al botánico, no tanto por mi interés en la diversísima flora sudafricana (que un poco también) como por poder pajarear tranquilo, en un lugar vallado de acceso restringido. Sudáfrica no ha sido tan mala en términos de seguridad como me temía antes de venir, pero a uno acaban metiéndole el miedo en el cuerpo...

 Empiezo a ver patrones en los botánicos que visito en este país, distintos a los europeos: la parte de jardín-jardín (aunque sea con plantas más variadas de las de un jardín habitual) suele ser bastante reducida, y el protagonismo mayor se lo lleva la flora local. En el de Pretoria hay una sección con muchas especies de cicadas (estas plantas que, aunque recuerden a palmeras, son en realidad parientes de pinos y araucarias) que incluye sobre todo especies del género Encephalartos, muy diversificado en el país.

 Tenía también, que no falte, una buena colección de plantas suculentas, otro de los grupos estrella de la vegetación del África austral.

 Pero buena parte de la colinita que recorre el jardín de este a oeste estaba, básicamente, "a monte": los botánicos aquí son sobre todo islas de vegetación natural, aunque esta no sea especialmente llamativa. En este sentido, un botánico de Sudáfrica se parecería más al monte de El Pardo que al jardín anejo al Prado.

 Y cierro despidiéndome con el ambiente con el que abriré la siguiente entrada: el agua. Hay apenas unos estanquitos pequeños en el jardín, y una cascada artificial, pero es suficiente como para que aparezcan también bichos de estos ambientes, ya sean gallinetas (iguales que las españolas), gansos del Nilo...

Una hembra, los machos tienen la mitad superior de cabeza y cuello negra
... o una anhinga africana Anhinga rufa, especie que me taché al poco de venir al país pero que no había salido aún en el blog. Las cuatro especies de anhinga, o "patos aguja", son el grupo hermano de los cormoranes: se les parecen en casi todo, hábitos incluidos, pero su pico largo, en vez de terminar en gancho para sujetar los peces, se agudiza para servir como arpón. Ea, ya va el primer pájaro; en la próxima, más.

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