O, por ser más exactos, con el desierto a las puertas, pues nos rodea aquí por todas partes... Aunque yo, la verdad, no fui del todo consciente hasta que esta mañana, al acercarme al súper en un segundo y, ya que estaba, seguir andando un poco más en pos de un alcaudón núbico (otro bimbo mas; hoy han sido tres), me di de bruces con este panorama:
Realmente, vivo en medio del desierto, ese desierto que tanto impresionó en su día a Ángel (mi referente en esto de los blogs; que estuvo el verano pasado en Jerusalén y escribió después una serie de entradas tan larga como interesante). No es de extrañar así que haya tanto movimiento de aves estos días por los arbolillos de mi aldea: acogotados estarán, pensando en que ahora tienen que cruzar esto, camino de África. A ver si mañana, para comenzar con buen pie mi primer fin de semana a la judía, me doy una vuelta plenamente pajarera...
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