Me hizo gracia, nada más bajar del avión, que la primera planta que me recibiese, en un parterre a la entrada de la pista de aterrizaje al aeropuerto, fuese una Searsia... "ea, de vuelta a África", me dije, recordando también cómo alguno de mis antiguos compañeros de Bloemfontein me dijo que "le has cogido el gusto a África, ¿eh?" al decirle que me mudaba a Israel... Lo que no me imaginaba era que el parecido, en lo biológico, iba a ser tan acusado: jardines aparte, donde predominan las mismas especies que veía en Bloemfontein (adaptadas a un clima similar, a fin de cuentas), los pájaros que estoy viendo con más frecuencia son todos especies equivalentes (y nuevas para mí, así que tan contento) a las que veía a diario allí abajo: bulbules ojiblancos en vez de los encapuchados, suimangas palestinas en vez de las ventriblancas o estorninos de Tristam en vez de los alirrojos; amén de las tórtolas senegalesas, que si bien parecen aquí menos frecuentes que en Bloemfontein, se las oye más; supongo que porque son las únicas que dan la tabarra, no como allá, que había varios tipos de paloma más...
Lo que no teníamos en Sudáfrica, cierto es, son cabras montesas pastando en las escasas manchas de césped...
Dos días, y cuatro especies nuevas. Y un contrato firmado y otros papeles arreglados. Mañana más.
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