jueves, 27 de septiembre de 2018

Un pequeño diablillo irisado

Esta mañana llegó al wasap de los pajareros locales un mensaje avisando de la presencia en el campus de un carbonero común... "pues vaya", pensaréis tal vez; pero pensadlo dos veces y decidme si tenéis o no claro si hay de forma natural carboneros en Israel... Ya os lo respondo yo: sí los hay. Pero tampoco muchos, la verdad; el mensaje estaba justificado. Hay carboneros comunes en Israel en la mitad norte del país, la que de forma natural está arbolada (y además carboneros lúgubres, una de las especies que espero tacharme aquí); y a medida que el sur del país fue siendo colonizado desde un punto de vista agrícola, el carbonero común es una de las especies que se ha ido expandiendo con el hombre, aunque de forma bastante irregular.

El carbonero me da pie a hablar de otra ave, de la que debe de ser la más abundante de Midreshet BG (entre las sedentarias, pues esto sigue lleno de migrantes), o al menos de las que más se hacen notar: el suimanga palestino Cinnyris oseus:

Click en la foto, para verla en grande en la web original. Cuando desterré mis guías de aves de Europa en favor de mi primera guía de aves de Europa, Norte de África y Próximo Oriente, descubrí que existían los suimangas (este y el del Nilo) y se contaron casi inmediatamente entre mis aves favoritas: una especie de equivalente de los americanos colibríes, también nectarívoros y de brillantes colores metálicos. Tenía muchas ganas de ver suimangas en directo, y en Sudáfrica fueron de las aves que más disfruté; y que más se hacían notar allá donde estaban, por cierto. Y aquí viene el tema del carbonero: a pesar de las diferencias de dieta, los suimangas me hacen pensar todo el rato en los páridos europeos: bonitos, no paran quietos un segundo, todo el rato buscando comida entre las ramas; y son también muy ruidosos y pendencieros. A pesar de haberme tachado ya la familia en Sudáfrica, ver el primer día que llegué aquí suimangas palestinos en directo me hizo especial ilusión, por aquello del encuentro con mi recuerdo de juventud. Y no serán tan bonitos como otras especies de suimanga, pero tener uno cerca y ver cómo el sol descubre los distintos colores de un pajarillo diminuto que a simple vista se ve todo negro es una gozada, y me puedo quedar embobado con facilidad. A falta de salir al campo de forma "seria", tampoco es mal consuelo...

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